Cuento Publicado en tres dominicales del SUPLEMENTO LITERARIO del Diario LA LIBERTAD de Barranquilla
De mi libro Que no es cuento – Que es verdad.
(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
1. La Gran derrota
El abuelo se puso su pantalón kaki recién comprado y su flamante camisa mangas largas, también kaki; se calzó sus botas pantaneras, se puso su sombrero vueltiao, se terció su mochila chorrerana, tomó su escopeta de repetición y mira telescópica; y, partió, para el África, en busca de ariscos animales.
No caminó mucho cuando se encontró con un enorme elefante del tamaño de la imaginación; levantó el arma para disparar, pero quedó atónito cuando el elefante le habló con autoridad:
- No dispares ni fomentes la violencia; nos estamos extinguiendo por culpa de la mano del hombre; yo soy el elefante de las orejas inquietas y nuestra selva está muy triste porque el caimán de los colmillos afilados derrotó a nuestro rey el león de la melena rubia que está muy triste y no para de lamentarse; necesitamos levantarle el ánimo y Usted, abuelo, nos puede ayudar.
- ¿Y dónde puedo encontrar al león de la melena rubia? – Preguntó el abuelo –
- El león de la melena rubia vive a muchos pasos de mi lento caminar – Respondió el elefante de las orejas inquietas –
- ¿Y cómo hago para llegar donde él está para poderlo ayudar? – Le preguntó el abuelo al elefante de las orejas inquietas –
- Monta en mi nuca que yo te llevaré – Respondió el elefante de las orejas inquietas –
Y montó el abuelo en la nuca del elefante de las orejas inquietas y partieron por caminos de difícil acceso y caminaron de día y de noche por aterradores bosques y espeluznantes montañas, hasta llegar al pie de un enorme campano donde habitaba el león de la melena rubia Y allí estaban la paloma pico dorado, el colibrí de vibrantes alas, el mochuelo pico de maíz, el pavo real de los múltiples ojos quiméricos, el faisán de pluma tornasol, la liebre de astuta mirada, la gacela de ondulante caminar y mil amistosos animales y aves comprensivas y buenas tratando de animar al león de la melena rubia que languidecía de tristeza por su corona perdida.
Y se bajó el abuelo de la nuca del elefante de las orejas inquietas y le hizo la venia al león de la melena rubia poniéndose a la orden para animarlo en su tristeza.
El león de la melena rubia se levantó cabizbajo y le dijo al abuelo, casi llorando, que necesitaba obtener su corona arrebatada por el caimán de los colmillos afilados, desbastadores carroñeros y astutos depredadores.
El abuelo se brindó como emisario y el león de la melena rubia le dio como baquianos y acompañantes: la jirafa de cabeza erguida, el rinoceronte de cuernos diamantinos, el hipopótamo de piel traslúcida y, por si las moscas, un ejército de gallos de pelea adiestrados para el combate. La cebra de colores indefinidos quiso acompañar pero fue rechazada para evitar confusión ya que no se sabía de qué color era: o era negra con rayas blancas o blanca con rayas negras; por lo tanto no se sabía de qué lado estaba.
Y el abuelo ensilló al hipopótamo de piel traslúcida y al rinoceronte de cuernos diamantinos y buscó una escalera para ponerle la jáquima a la jirafa de cabeza erguida; se terció su mochila chorrerana, tomó su escopeta de repetición y mira telescópica; y, capitaneando al ejército de gallos de pelea adiestrados para el combate, montó en la nuca del elefante de las orejas inquietas, y salió en busca del caimán de los colmillos afilados. Penetró en el bosque de las brujas parlanchinas, atravesó el arroyo de corrientes murmurantes, remontó la montaña de los chismes inventados, cruzó el pantano de los mosquitos trasnochadores y bajó al valle de los tormentos fantasmagóricos, llevando de cabestro al hipopótamo de piel traslúcida, al rinoceronte de cuernos diamantinos, a la jirafa de cabeza erguida y capitaneando al ejército de gallos de pelea adiestrados para el combate.
No habían caminado ni mil lentos pasos del elefante de las orejas inquietas cuando se divisó el castillo de los cuatro años fugases. Y llegó el abuelo al castillo de los cuatro años fugases y el caimán de los colmillos afilados no pudo atenderlo porque estaba ocupado bañándose en las aguas de la ciénaga de los arcos del triunfo. Tampoco fue atendido por los subalternos porque estaban matando el tiempo para detener los años fugases.
El abuelo, alicaído, se devolvió, a paso lento del elefante de las orejas inquietas, llevando de cabestro al hipopótamo de piel traslúcida, al rinoceronte de cuernos diamantinos, a la jirafa de cabeza erguida y capitaneando al ejército de gallos de pelea adiestrados para el combate; pero quiso consultar a una pitonisa sobre el futuro del león de la melena rubia y salió en busca de la comadreja de ojos picarescos, para retornar donde el león de la melena rubia e informarle que la gira diplomática en tierras del caimán de los colmillos afilados había sido un fracaso, pero que la adivina y ladina comadreja de ojos picarescos le recomendó que debía prepararse muy bien y esperar, ya que la misteriosa bola de cristal había pronosticado que antes de tres días, tres meses o tres años se llevaría a cabo una contienda electoral en la plaza del callejón de los asoleados donde iba a recuperar la corona.
El león de la melena rubia, en agradecimiento, le facilitó al abuelo la jirafa de cabeza erguida, el rinoceronte de cuernos diamantinos y el hipopótamo de piel traslúcida para ensillarlos el día de las elecciones.
Tanto la jirafa de cabeza erguida, como el rinoceronte de cuernos diamantinos y el hipopótamo de piel traslúcida están escondidos en las tierras de Arroyo Viejo esperando que se cumplan los designios para los tiempos venideros.
2. La gran manifestación
El caimán de
los dientes afilados, además de bañarse en las aguas
de la ciénaga de los arcos del triunfo; comía carne de res importada de las feraces pampas argentinas; bebía vino
añejado en las mejores vinícolas chilenas; tomaba café cosechado en los fecundos
Andes colombianos; consumía arroz segado
en el sur del
río Huai de la lejana China; endulzaba
sus bebidas con azúcar morena de la cubana isla; se atragantaba de exóticas
frutas cultivadas en lejanas y desconocidas regiones; y los animales de la
selva pensaban que el caimán de los dientes afilados era
ciego porque no veía que en la selva faltaban los alimentos ya que no encontraban sustento ni en los riscos, ni en las
quebradas, ni en los ríos, ni en los chiribitales, ni en las cordilleras, ni en
los llanos, ni en las costas, ni en los caminos, ni en los atajos.
Entonces,
los animales todos, organizaron una protesta, dirigida por el león de la melena
rubia, en contra de la mala administración y fueron al palacio de los cuatro
años fugaces con banderas y cacerolas y algarabías ensordecedoras, esperando
ser escuchados por el caimán de los dientes afilados; allí los elefantes
baritaban; los gorilas, los jabalíes, los cerdos, los pandas y los osos
gruñían; las abejas zumbaban; los
caballos relinchaban; los pavos glugluteaban; los perros ladraban; los gatos
maullaban; las perdices castañeteaban; las ovejas balaban; los primates y las ratas chillaban; los loros
y cotorras parloteaban; las hienas y los lobos aullaban; las lechuzas y los
búhos ululaban; los tigres y los leones rugían; los toros bramaban; las vacas mugían; las palomas gemían y arrullaban; los burros, los mulos y las cebras rebuznaban; las onzas y las
panteras himplaban; las ranas croaban; los ratones musitaban; las golondrinas
trisaban; las gallinas y gallos cacareaban y cantaban; y las jirafas e iguanas
no emitieron sonido alguno por no tener voz,
pero estaban de observadoras;. En fin, todas las aves y animales protestaron en alta
voz, creando una infernal algarabía durante todo ese día sin ser escuchados por
el caimán de los dientes afilados que se bañaba en las aguas de la ciénaga de los arcos del triunfo; y, ya cansados de tanto vociferar
y de tanta algarabía, se retiraron desanimados a sus cuevas, madrigueras, nidos
y árboles protectores, al morir los últimos rayos del sol de aquel día repleto
de decepciones, pensando que el Caimán de los dientes afilados era sordo porque
no fue capaz de escuchar las quejas
Pasado algún
tiempo, antes de las canículas y las cabañuelas, el león de la melena rubia
convocó a una reunión a todos los líderes de la fauna silvestre con el fin de
escoger voceros experimentados en diplomacia para enviarlos al palacio de los
cuatro años fugaces a dialogar con el caimán de los dientes afilados; y, entre
los muchos, escogieron a la paloma de la
paz, al búho de la mirada escrutadora, a la lechuza de los ojos hipnóticos y al
elefante de las orejas inquietas que fue con el abuelo, el hipopótamo de la
piel traslúcida, el rinoceronte de cuernos diamantinos y un ejército de gallos
de pelea por si las moscas. Y todos regresaron del palacio de los cuatro años
fugaces con las orejas claras y pensaron todos los animales que el caimán de
los dientes afilados era mudo porque no quiso dialogar con los comisionados. Y se regó en la selva que el lagarto mandatario,
era ciego, sordo y mudo.
Y en la
jungla empezó a reinar la muerte con tanta inseguridad porque todos vivían sin
ley como el chivo; nadie vivía tranquilo en la espesura, los gatos perseguían a
los ratones, los perros a los gatos, los sapos a los mosquitos, las ranas a las
moscas, el águila y el zorro a la liebre, el león a la cebra, el leopardo al
ciervo, el tigre al venado, la gallina a la cucaracha, el puma a la guartinaja,
el jaguar al chigüiro, el tigrillo a la gallineta, el gavilán a las iguanas; y
las aves le temían al halcón, a la ota, al
caricari, al garrapatero y al gavilán.
Pero el
tiempo pasa como pasa la arriera hormiga y se acercaban las elecciones en el
callejón de los asoleados. Empezaba la campaña electoral y el caimán de los
dientes afilados convocó al pueblo fáunico a una manifestación política en la
plaza de los triunfadores para exponer su programa de gobierno que aplicaría en
su nuevo mandato en el palacio de los cuatro años fugaces. La plaza estaba de
bote en bote y el caimán de los dientes afilados no aparecía por ninguna parte;
reinaba la expectativa y nadie abría la boca, se percibía un silencio total; en
el horizonte se asomaba una gigantesca nube promisoria y soplaba una brisita
helada anunciando torrenciales lluvias cuando llegó el caimán de los dientes afilados,
subió a la tarima y, con su enorme cola se puso de pie cuando retumbó el
trueno; miró al cielo y observó que la tormenta se avecinaba, abrió su enorme
boca mostrando sus temibles dientes afilados y habló y dijo con voz ronca y
ahuecada: “parece que va a llover”.
Y fue
entonces cuando los animales de la selva se dieron cuenta que el caimán de los
dientes afilados no era ciego, ni sordo, ni mudo; y, en un acto sin
precedentes, dando media vuelta, le dieron la espalda y lo dejaron solo.
3. El gran debate electoral
3. El gran debate electoral
Y llegaron las tan esperadas y anheladas elecciones en el
callejón de los asoleados; el caimán de los dientes afilados lo tenía todo
preparado, sabía que arrollaría nuevamente en el debate electoral, gracias a la maquinaria que había montado
para garantizar el histórico triunfo. Entre tanto, el león de la melena rubia
también se sentía ganador y tenía todo fríamente calculado e iba a festejar en
los airosos boscajes de Arroyo Viejo, con bombos y trompetas, la apoteósica
victoria, ya que tenía a su favor a toda la población animalesca que estaba
inconforme con la actual administración.
Para el debate; se
prohibió la venta de bebidas alcohólicas, aunque el caimán de los dientes
afilados tenía, embodegadas, grandes cantidades de licor para engañar a los
votantes con una botellita; se prohibió toda clase de publicidad, aunque el
caimán de los dientes afilados repartía clandestinamente camisetas y pañoletas
y cachuchas, con lemas alusivos a su
campaña; también se prohibió, para mantener la calma, reuniones de más de dos
animales, aunque el caimán de los dientes afilados hacía reuniones, en
secreto, con sus capitanes en zonas
lacustres de difícil acceso.
El director de la Registraduría del Estado Civil era el
cocodrilo mayor, con maestría adquirida en las desconocidas playas del
histórico Nilo; el jefe del debate era un imponente caporo con alta experiencia en un censo de saurios
realizado en el bajo magdalena en tiempos anacrónicos; los jurados de
votación eran unos lagartos recomendados por las babillas del Caribe y los testigos
electorales eran unos camaleones que
cambiaban de color según la intensión de voto del elector. A las jirafas no se
les permitió entrar al sitio de votación que, por su altura y su mirada
acuciosa, eran las informantes del león de la melena rubia.
Todo estaba listo; a las ocho de la mañana el mono cotudo, desde
lo alto de un imponente campano, con su potente voz, anunció abiertas las
elecciones. Los animales todos entraban al callejón de los asoleados por una
sola puerta de acceso y depositaban, en una hoja de higuereta, la huella de la
pata derecha si el voto era a favor del caimán de los dientes afilados y la
izquierda si era para el león de la melena rubia.
Las elecciones iban viento en popa hasta cuando se escucharon
seis disparos de fisil y griteríos de batallas; eran los cánidos salvajes al
margen de la ley, opositores del sistema de gobierno y de la corrupción en el
mandato del caimán de los dientes afilados. Los animales todos salieron
disparados en estampida, los unos corrieron a sus nidos, los otros volaron a sus madrigueras; Y quedó
solo y en silencio el callejón de los asoleados, y nadie supo qué rumbo tomaron
tanto el caimán de los dientes afilados como el león de la melena rubia.
Posteriormente se supo, gracias a los libros de cuentos para niños, que al león
de la melena rubia le impusieron, en el exótico continente africano, la corona
del reino de los animales; en tanto que el caimán de los dientes afilados fue
descubierto, en las riveras del Rio de la Magdalena cogiéndole punta, entre los
juncos, a las plateñas con cuerpo de sirenas; y, un nativo de la Alta Guajira; se cree que
fue el indio Manuel María que vive en Guayacanal, descendiente de la hermosa Majayura, lo
bañó subrepticiamente con un compuesto
de exóticas plantas convirtiéndolo en humano que, ocultando su propia
identidad, bajó por el río y hoy vive en un soberbio barrio de alta alcurnia,
en el norte de la ciudad de Barranquilla, aspirando eternamente a una curul en
el Congreso de la República.
FERMIN MOLINA VARGAS
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