Fermín Molina Vargas

¿Me preguntas a qué me dedico?

- En verdad de verdad… yo me dedico a ser quien soy, sin saber qué debo hacer para ser quien debo ser en un futuro; siendo que soy, sin saber quién soy ni lo que debo hacer para ser lo que quiero ser cuando ya sea lo que no soy; y , cuando sea lo que no sé si sea, quizá quiera ser lo que ahora soy: ¡Pensando ser lo que quiero ser, sin saber lo que soy!

Fermín Molina Vargas

martes, 9 de abril de 2013

La mula, el perro, la gata y el ratón




De mi libro de cuentos "Que no es cuento, que es verdad"

A la memoria de mi madre Delia Trinidad Vargas de Molina; quien, contándole a mi niñez,le daba respuesta a las múltiples preguntas de mi cándida inocencia.

Se acercaba la navidad y aquel pueblo huérfano de brisas caribeñas, de nubes promisorias y de saludables soles; se hundía en tristezas embutidas en los aposentos del gélido entorno y, en una de aquellas viviendas, convivían en paz, alrededor de la tibia chimenea,  el buen Francisco con sus amigables mascotas: el perro “guardián”, la gata “cheluzca” y el ratón “Emilio”. Y he aquí que  una mañana, mañana perdida en los anales del tiempo, el buen Francisco quiso desterrar la tristeza; tomó una vieja esquila y recorrió las calles de aquel  pueblo dormido en el frío del frío invierno, entonando cánticos de amor para despertar el letargo con el continuo tañer de su vieja campana e, invitando a los lugareños, que se le unieron entonando villancicos para reunirse en el antiguo aposento del santo Francisco.

Y Francisco, el buen Francisco, propuso construir, en un viejo establo, con personajes, animales  y objetos reales, un pesebre para recordar el nacimiento del Redentor del mundo. 

Y buscaron a la niña más bonita y buena de la comarca, que fuera virgen para que hiciera las veces de Virgen y al hombre más fuerte, honrado,  y responsable para que fuera San José; además, un burrito, una vaca, una mula, algunas ovejas y frescas pajas para la cuna.

Y se reunían junto al nacimiento entonando villancicos, comentando la alegría de la llegada del Niño Dios y glorificando al Dios de las alturas.

Pero, una mañana, el buen Francisco se dio cuenta que la malvada mula, durante la noche se había comido las pajas del nacimiento. La  reprendió drásticamente y, con la autoridad que le caracterizaba, la soltó en el prado condenándola, en castigo, a no tener descendencia por los siglos de los siglos.

Y reconstruyeron el pesebre y, por si la mula volvía nuevamente a comerse las pajas, encargaron  como vigilantes al perro “guardián”,  a la gata“ cheluzca y al ratón “emilio”; pero, he aquí que, esa noche, “guardián” y “cheluzca” se durmieron y “Emilio”, como siempre soberbio e inquieto, quiso hacer las veces de Niño Dios, acostándose en las pajas del pesebre donde también se quedó dormido.

Cuando “guardián” y “cheluzca” despertaron, ante tamaña sorpresa, corrieron donde el buen Francisco a contarle que “Emilio” quería igualarse al Niño Dios porque lo había desplazando del sitial destinado al Salvador del mundo.

“Emilio”, al despertar, experimentó el temor que sintió Adán en el Paraíso; y. huyendo del  buen Francisco, del perro “guardián” y de la gata “cheluzca”; se escondió en un agujero subterráneo del viejo establo y no se dejó ver más de los humanos,  de los gatos ni de los perros.

Por tal motivo, “guardián” y “cheluzca” convocaron a todos los perros y gatos de la región a una asamblea extraordinaria para acordar la declaración de guerra contra el ratón  “emilio” y su descendencia, porque se había endiosado. Allí tomaron la palabra “guardián” y “capitán”; “flupi” y “brandi”; “tempestad” y “chaparrón”; “cheluzca y “milongo”; “morrina” y “morrongo”; “chelina” y “chelongo”;  y, entre discusión y discusión, se acordó, por unanimidad, que los gatos se encargaran de desterrar de todos los espacios terrenales a “emilio” y su descendencia  que, hasta hoy, no se han dejado ver por temor  a la aniquilación total.

Motivo por el cual, hasta la fecha, los ratones le huyen a los descendientes de “cheluzca”, la tatarabuela de todos los tatarabuelos de la familia gatuna; y los perros, los descendientes de “guardián”, el tatarabuelo de todos los tatarabuelos de la familia perruna,  persiguen a los gatos porque éstos no han sido capaces de erradicar de la faz de la tierra a la descendencia de “emilio”, el tatarabuelo de todos los tatarabuelos de la familia ratonil.

Y ya sabes el porqué las mulas no paren; y, también, el porqué los perros persiguen a los gatos y los gatos a los ratones.


FERMÍN MOLINA VARGAS
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