Fermín Molina Vargas

¿Me preguntas a qué me dedico?

- En verdad de verdad… yo me dedico a ser quien soy, sin saber qué debo hacer para ser quien debo ser en un futuro; siendo que soy, sin saber quién soy ni lo que debo hacer para ser lo que quiero ser cuando ya sea lo que no soy; y , cuando sea lo que no sé si sea, quizá quiera ser lo que ahora soy: ¡Pensando ser lo que quiero ser, sin saber lo que soy!

Fermín Molina Vargas

domingo, 10 de noviembre de 2013

ANGELITOS Y BRUJAS SEGÚN LO NIÑOS



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Carlos se sentó frente a su computador. Quería investigar en Google algo relacionado con la historia de las brujas y de los Angelitos.  La noche de brujas y el día de los Santos Angelitos se acercaban;  el sol, decepcionado y hastiado de bullicios e incoherencias mundanas, y horrorizado ante la llegada de la noche tenebrosa,  palideció y se zambulló suicidándose  en las profundas aguas del Mar Caribe, para dejarle el camino expedito al largo reinado de la bruna visitante octubrina.

Carlos, un poco tardo en el manejo del computador, se acomodó sus antiquísimas gafas para observar mejor la pantalla del monitor, cuando apareció en la ventana de  Messenger una pregunta no esperada por él:

-          ¿Tío cómo estás?

Era su sobrina María,  niña que aún tendría algunos siete años, quien se caracterizaba  por ser extrovertida, alegre, risueña e inteligente. Carlos escribió con un poco de torpeza en su teclado, lanzándole una pregunta para ver hasta dónde llegaba la agudeza de su sobrina:

-          ¿Y tú quién eres?

-          Soy la niña más bonita y más inteligente del pueblo – Le respondió de inmediato la sobrina.

-          ¿Cómo lo pruebas? – Volvió a preguntar el tío para continuar con el juego.

-          Voy a encender la video-llamada para que me puedas ver y probarte que soy yo.

Carlos aceptó la video-llamada y, al momento, apareció en el monitor la sobrina vestida de inocencia y con la sonrisa que la caracterizaba;  iniciándose, de inmediato,  un diálogo tío-sobrina:

-          ¿Y de qué te vas a disfrazar? ¿De bruja o de angelito? – Preguntó el tío.

-          Todavía no sé porque mi mamá no me ha comprado el disfraz.

-          ¿Y tú conoces los angelitos?

-          Sí, en el cuarto donde yo duermo hay un cuadro que tiene dos angelitos con alas pintadas de blanco.

-          ¿Y crees en los Angelitos? – Le cambió la pregunta Carlos.

-          Sí, porque mi mamá me dice que uno tiene un Ángel de la Guarda.

-          ¿Y lo has visto? – Continuó preguntando el tío para saber hasta dónde llegaba la niña.

-          No lo he visto; pero me cuida de día y de noche; y, el Padre Lineros, me dijo que no se deja ver porque se esconde cuando estoy despierta.

El tiempo cruzaba inadvertido por la puerta de la casa embadurnando de vejez a los divertidos y a los tristes; a los distraídos y a los perspicaces; a los olvidadizos y a los retentivos; a los  astutos y a los ingenuos;  y, también,  a los objetos inanimados. Pero Carlos quería, además,  saber lo que pensaba su sobrina María sobre las foscas brujas que vuelan piloteando frágiles escobas en noches de nostálgicas lunas y preguntó sin misterios:  

-          ¿Y crees en las brujas?

-          Sí,  en mi cartilla hay una bruja vestida de negro, con nariz larga, despeinada y volando en una escoba; y mi mamá me dice que no salga a la calle porque la señora de la esquina es una bruja que sabe todos los chismes del pueblo, se lleva las niñas bonitas e inteligentes  como yo y vuela por las noches en una escoba averiguando cuentos. – Respondió María con su voz repleta de ingenuidad.

-          ¿Y tú has visto volando en escobas a esa señora?

-          En realidad no, porque le tengo miedo y me acuesto temprano para no verla salir.

-          ¿Y con quién vive esa señora en la esquina?

-          Esa señora vive sola y nunca abre las ventanas ni la puerta. – Respondió María.

-          ¿Y nadie la visita?

-          ¡No!… ¡Miento!… ¡Sí… Sí!… Mi hermana mayor dice que la visita una señora de negro que también es bruja y le lleva chismes porque vive del chisme.

-          ¿Entonces, quién es la bruja? ¿La señora de la esquina que sabe todos los chismes? ¿O la señora de negro que le lleva los chismes? ¿O las dos son brujas?  ¿Tú qué piensas? – Preguntó el tío, esperando una respuesta  absoluta a las múltiples preguntas, pero la sobrina respondió saliéndose por la tangente:

-          Tío, eso mejor se lo pregunta a mi mamá o a mi hermana mayor, ellas sí deben saber quién es la bruja;  y  yo me voy a acostar porque ya es tarde y me puede llevar la bruja de la esquina.

Carlos miró a la pared y, asombrado,  se dio cuenta que el invisible y ladino tiempo incontrolable, por entre espacios impredecibles, se había metido en  su casa para adelantar las agujas del reloj.  Y, en la pantalla de su monitor, María aparecía como desconectada en Messenger. Olv
idándose  de Google, apagó el computador y, entre bostezos y sonrisas, soltó un grito ahuecado que se perdió en la umbrosa noche carente de escoberas brujas:

¡Ah, mundo, si te viera mi abuelo por un hoyito! 


FERMÍN MOLINA VARGAS
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