Cuento publicado el domingo 27 de abril de 2014 en el SUPLEMENTO LITERARIO del Diario La Libertad de Barranquilla
Una mañana perdida en el olvido, la reina de un
gigantesco hormiguero laborioso, le dio vacaciones a milena,
la hormiga más trabajadora que se haya visto en la clase Insecta, para
que pasara unos días de descanso en las atractivas playas del Caribe acogedor.
Nuestra hormiga milena, de inmediato se fue a un gran centro comercial.
Compró cremas bronceadoras, gafas para el sol, una enorme toalla y algunos accesorios
apropiados para el descanso codiciado. Y partió ligerita, sonriente para la agradable bahía de Santa
Verónica donde se confundió con turistas llegados de los cuatro puntos cardinales.
Para mal de sus antojos, se sintió
incómoda con tantos bañistas. Buscó un sitio solo y apartado donde podía bañarse
sin mirones a la vista, observar el panorama, untarse cremas y recibir
cómodamente en su espalda los rayos solares. Al rato, cuando quiso acomodarse
cara al cielo miró, de improviso, al inmenso mar y sorprendida vio que las olas
empujaban hacia la playa un enorme barril jamás visto por ojo himenóptero.
Cuando aquel barril llegó a tierra, milena vio que estaba
herméticamente sellado y tenía unos letreros grabados en mayúsculas. Como no
sabía leer, porque nunca fue a la escuela por estar dedicada desde niña al
arduo trabajo, pensó en voz alta:
-
Debe ser melaza lo que contiene este barril y con ella se alimentarán,
de por vida, todas mis hermanas del
hormiguero… ¿Pero cómo lo llevaré a casa si es muy grande y pesado?
En esas estaba con sus cavilaciones cuando llegó a
curiosear la avispa melusa que intrigada le preguntó:
-
¿Y este barril? ¿De dónde lo trajiste? ¿Por qué lo tienes aquí en la
playa? ¿Qué contiene?
-
Este barril lo sacaron a tierra firme las olas del mar y, como no sé
leer, quisiera saber qué dice lo escrito en él, porque pienso que debe contener
melaza extraída de los mejores cañaverales conocidos del planeta y quiero me
leas para estar segura de su contenido. – Insinuó hormiga milena. –
-
Qué tristeza amiga mía, yo tampoco sé leer porque nunca fui a la
escuela por andar de pizpireta y vivaracha, pero creo que el contenido no es
melaza sino fina miel fabricada por mis parientas las abejas de los floridos
prados del edén. – Dijo la avispa melusa pensando que tendría perdurable miel
para su exigente paladar. –
De pronto, revoloteando, apareció con su impertinencia la mosca melisca que preguntó con mucha burla y picardía:
-
¿Y ustedes dos qué hacen ahí mirando lo que no les pertenece?
-
Esto que tú ves es un barril y me pertenece porque lo vi salir del mar
y, además, creo que contiene melaza –
Dijo la hormiga milena con mucha humildad. –
-
¿Tuyo? ¿Melaza? ¡Ni lo pienses! Este
barril no contiene melaza. Tú no sabes leer,
por lo tanto no puedes descifrar lo que
dice en las duelas y mi natural sentido me dice que contiene miel y me pertenece; y pido a Usted, mosca melisca,
lea lo que dice en este barril para que nuestra amiga, la hormiga milena,
sepa de una vez por todas que el contenido es miel y no melaza. – Espetó la
avispa melusa –
-
¡Qué pena con ustedes. – Respondió la mosca melisca – A mí, por ser molestosa, impertinente y
pesada, no me aceptaron en la escuela y
me da vergüenza decirle que tampoco sé leer! Es más, Me da lo mismo que
contenga melaza o miel; ambos sabores son agradables a mi paladar. Es aconsejable buscar a la mariposa melissa;
ella es muy culta porque vive en jardines de doctores y letrados libando el
dulce néctar de las flores, viste elegantemente y ella nos puede decir qué
contiene el barril; además. deben saber que el barril no es de la una ni de la
otra porque una vez destapado debe repartirse equitativamente y a mí me toca
una parte por ser mediadora y consejera.
Y partieron, en vertiginoso vuelo avispa melusa y mosca
melisca en busca de la mariposa melissa.
Hormiga milena, por no tener alas, se quedó cuidando el barril.
Después de un corto tiempo llegó mariposa melissa
con su resplandeciente vestido multicolor; bailando en los aires el acompasado ritmo
de un cadencioso vals imaginario. Se posó delicadamente para no ensuciar su
vestimenta; orgullosamente abría y cerraba sus alas para mostrar los llamativos
colores. Miró el barril y habló con propiedad:
-
Me siento complacida porque se han dignado consultarme sobre este caso,
motivo de investigación, relacionado con
el imperativo interés por conocer a fondo lo que lleva guardado en su
interior este voluminoso y descomunal recipiente llamado barril. Para iniciar, se hace necesario comunicarles o informarles
que, por ser tan vagarosa, vanidosa y creída no asistí a la escuela y me quedé
sin aprender a leer; pero hay otra forma de averiguar con certeza lo que nos motiva esclarecer en
este momento: Si me abren el barril puedo precisar su contenido sin temor a equivocarme.
Ya sé que ninguna de nosotras tiene la suficiente fuerza para destaparlo o llevarlo
a la impenetrable y entronerada selva de “El Salao”, donde vive el astuto y
sagaz zorro “mielero” que conoce toda
serie de artimañas para estos menesteres; por lo tanto, hay que contratar los
servicios del escarabajo hércules para transportarlo
por esos caminos difíciles de transitar y no se les olvide que la consulta
deben pagarla con una buena parte del contenido; además, tengo la libertad de tomarlo en propiedad porque el
sexto sentido me dice que contiene exquisito vino de los mejores viñedos
andinos, que venderé al mejor postor y con el dinero plantaré un amplio jardín que
florezca perennemente donde pueda degustar por siempre el apetitoso néctar de
apetecidas flores.
Y contrataron al fornido escarabajo hércules con la
promesa de entregarle una parte del misterioso contenido que llenaba de
ilusiones a los codiciosos insectos iletrados que iniciaron su marcha hacia la
espeluznante región selvática de “El Salao”. Discutían, sin ponerse de acuerdo.
Todas se creían propietarias. Ninguna quería compartir e iban detrás del
escarabajo hércules que, empujando el barril,
repetía una y otra vez:
-
No peleen tanto ni canten victoria porque este barril no contiene melaza ni miel, que tampoco vino
sino excelente petróleo extraído de las profundas entrañas de la madre tierra.
Lo venderé a buen precio para comprar con los petrodólares una mansión con
vista al mar, ir a la escuela, aprender a leer, dejar de trabajar en el fango y
olvidarme del lodo y el estiércol donde
mis antepasados han vegetado a través de todos los tiempos.
Llegando donde iban, encontraron al zorro “mielero”
esperando en la puerta de su madriguera. Ya estaba enterado gracias a las informaciones
obtenidas del colibrí florencio que estuvo espiando en el camino, interesado en
obtener, a cualquier costo, el producto en contienda. El escarabajo hércules se
retiró a descansar un rato mientras el
viejo zorro le daba vueltas y vueltas al barril, lo olfateaba una y otra vez,
de lado a lado. Cansado de olfatear anunció con la seriedad propia de un zorro
costeño que se respete:
-
Esto me huele a barril vacío. Este armatoste está tan hueco como la
cabeza de los que no estudian. Están perdiendo el tiempo discutiendo, pugnando,
bregando, aspirando a cosas vanas e imposibles de alcanzar por no saber leer y, como tampoco sé leer, les
recomiendo que vayan donde el oso meloso que vive en la cima del Morro Ferú, él
se los destapará porque tiene mucha fuerza muscular, allá sabrán de una vez la
verdad y saldrán de la real duda que los confunde. Díganle que van de parte
mía. No exijo honorarios porque no tienen con qué pagarme.
Cabizbajos partieron en
busca del oso meloso. Era tarde y el sol se reía de los retardados transeúntes.
Salieron de la tétrica selva y cruzaron los frescos arroyos del sendero; atravesaron
la extensa llanura y comenzaron el ascenso del empinado Morro Ferú. El
escarabajo hércules empujaba el pesado artefacto con dificultad y fuerza
agotadora hasta llegar a la impresionante cima. Cuando vio que había ganado la
cúspide, para descansar soltó el barril que rodó cuesta abajo cayendo al vacío y
estrellándose contra un encrestado arrecife
del profundo mar. Todos quedaron apesarados, tristes y desencantados, porque se
rompieron también todas las ilusiones sin saber qué contenía el barril y
arrepentidos porque nunca fueron a la escuela se fueron a sus casas llorando
sin consuelo.
Semanas después, el abuelo
salió a darse un baño en una de las playas del Caribe y encontró algunas duelas
rotas del famoso barril donde podía leerse claramente el siguiente aviso:
La vida es barril sellado
Y los libros son las duelas,
Que si no vas a la escuela
Te quedarás iletrado.
Siempre estarás apartado
De lo culto y lo selecto
De lo fino y de lo recto
Sin melaza y sin la miel,
Sin el vino del tonel.
Viviendo como un insecto
FERMIN MOLINA
VARGAS
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